Así o Más Claro: A quien pueda o no interesar

ansiedad
nombre femenino
1. Estado mental que se caracteriza por una gran inquietud, una intensa excitación y una extrema inseguridad.
2. Angustia que acompaña a algunas enfermedades, en especial a ciertas neurosis

A quien pueda o no interesar;

No sé realmente cómo proceder en este momento. Estoy dándole vueltas a la noria en busca de las palabras precisas para esto, más es volver a lo mismo. No es nada fácil tratar de hacerles entender a quienes no quieren entender, a quienes sólo pueden escuchar sus propias voces desde sus únicas verdades, sean estas o no verdades o razonamientos sin sentido. Es triste ver cómo seguimos dando vueltas en el mismo sitio, juzgando, imponiendo, castigando, en honor “al amor”, “a la verdad”, “a la solidaridad’… Todos, escúchenme bien, TODOS en algún momento hemos caído en esto, más este no es el tema que me perturba en esta noche.

En el 1993, se me diagnostica por primera vez con el “Síndrome de Bipolaridad Esquizoafectiva”, pero mi lucha había comenzado mucho antes de ese primer diagnóstico. El diagnóstico lo que hizo fue “canalizar las fuerzas y tratamientos a seguir”. Nada se logró en ese entonces, ni en muchos entonces después. En el 2008, exactamente al cumplir mis 40 años, fue que comenzó en realidad mi “carrera a la recuperación”, cuando por vez primera caí recluída en un hospital siquiatrico. Exactamente 15 años después de ese primer diagnóstico, que tengo que informar era erróneo, tuve esa primera caída en el pozo de la desesperación. Ese año 2008 fue una hermosa y necesaria pesadilla que tuve que vivir para que hoy, 8 años después pueda decir: “Sigo en camino a mi recuperación, amando quien soy con todo lo que esto conlleva y reconociendo que esto es para siempre.”.

Durante todos los años que he vivido “estigmatizada” con esta y otras condiciones más, he enfrentado todo tipo de gentes, desde todas las emociones y sentimientos imaginados e inimaginados. Gentes con amor genuino pero con poca información o quien sabe si con poca inteligencia emocional hasta gentes totalmente crueles y con poca o ninguna capacidad de empatía. He enfrentadoo amigos, familiares, compañeros de trabajo, conocidos, desconocidos, intelectuales, iletrados, “espirituales”, agnósticos, en fin, mencione que estoy segura que también lo enfrenté. En muchas ocasiones me dijeron: “Eso es total chanqguería, lo que quieres es que te tengan lástima.” Otras me dijeron: “Busca de Dios, lo que tienes es que hay que sacarte unos demonios que llevas cargando desde antes de nacer.” También supe escuchar: “Nena, ya quisiera que me dijeran que soy eso que tu eres, así puedo hacer lo que me da la gana y responsabilizar la condición.” ¿Qué le parece hasta ahora?

Continúo.

Si vamos a hablar del calvario con los medicamentos, no terminamos. No sólo el terror que producen los efectos secundarios cuando los lees, vivirlos es el verdadero infierno. Sumemos la cantidad de “doctores o conocedores” que sale cuando enteran que estás en tratamiento. Los que te dicen que no los dejes, quienes te dicen que es una locura tomarlos, otros sencillamente no dicen nada pero con la actitud es peor. Nadie se pone de acuerdo, mientras uno es quien está en el sube y baja, no sólo emocional sino existencial. (No pierda de perspectiva que esto es sumado al párrafo anterior.) Cuando ves que tus manos tiemblan y no las puedes controlar, los mareos y el vértigo, la visión borrosa, la lentitud o letargo, caída de pelo, ganancia de peso… ¿Deprimente verdad?

Vamos a hacer una prueba. Cojamos los dos párrafos anteriores y leámoslos de corrido, varias veces, sin tomar aire. ¿Ansiedad? Sí, lo sé. Exactamente es eso. No termina la prueba ahí. Leamos nuevamente pensando en soledad total, en que no hay nadie que pueda entender esto. ¿Duele? Sí, duele, pero puedo asegurar que lo que sentimos quienes vivimos en lucha constante con estas condiciones es infinitas veces peor de lo que pueda imaginar. Sólo quienes hemos pasado por esto conocemos lo que es este infierno. Cuando digo que “sólo quienes hemos pasado por esto” me refiero no sólo a los pacientes sino a quienes de verdad estuvieron y están junto a ellos en el proceso. Y cuando digo “quienes de verdad estuvieron y están junto a ellos en el proceso” me refiero a aquellos que no juzgaron, castigaron, dudaron o cuestionaron la situació, aquellos que fueron y son el soporte sin caer en codependencia.

¿A dónde quisiera llegar con esta descarga? Creo que la estoy escribiendo para mí misma. Creo que en ocasiones necesito saber de dónde vengo. Creo que es justo y necesario que me efrente a mi realidad para no olvidar que soy quien soy y me gusta quien soy a pesar de todo lo que puedadn o no decir. Me ha tomado 23 años de mis 48 aprender a aceptar que es mi condición y que nadie va a llevarla por mí. Han sido muchas las noches de insomnio, deseperación, angustia, dolor, ansiedad las que me han llevado a entender que nadie va a entender a cabalidad lo que YO estoy viviendo. Me ha tomado mucho tiempo el aceptar que sólo yo decido qué me afecta y qué no me afecta, que miles pueden decir “blanco” pero si yo no lo veo así, allá ellos, no los cuestiono pues esa es su visión. Han sido 23 años en los que me he desarrollado como la mujer que soy, esa que hoy le importa poco o nada lo que digan los demás, pues esta vida es mía con todos los defectos y virtudes que lleva a cuestas. Sólo yo soy responsable de mi vida y de lo que hago con ella.

Por otra parte, a ti, que puede ser que tengas una persona pasando una situación como la que describo (y puedo apostar que sí), te voy a pedir un favor: “SI NO TIENES NADA PRODUCTIVO QUE DECIR, MEJOR NO DIGAS NADA.” Si no tienes la capacidad de empatía, aléjate. Si eres opinionado y no te gusta escuchar, no eres la mejor compañِía, me atrevo a decir que eres un agente detonante. Y quiero que te vayas con esta frase del innombrable Arjona: “No es bueno el que te ayuda, sino el que no te jode”, así que si tienes dudas de lo que vayas a opinar, aconsejar o decir, mejor no digas nada. Las personas que vivimos con estas condiciones no necesitamos de opinionados que no nos escuchen, tampoco de jueces pues somos nuestros peores fiscales, tenemos nuestros doctores y terapeutas que sí han estudiado para bregar con nosotros. Lo que necesitamos en momentos de crisis es un abrazo cálido acompañado con una sonrisa genuina.

Este proceso es continuo y constante, por lo menos para mí. Es por lo que todos los días me levanto sabiéndome una sobreviviente de la depresión, la ansiedad, el suicidio y todos esos “males” que me hacen ser esta mujer que soy.

Sin más me despido, con una abrazo celeste,
Lala

PD. Si deseas, puedo compartir contigo mi libro: “El Diario de una Bipolar”, para que tengas una idea mucho más clara de quién soy y a quién amo.

 

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